Silencio en la Sala.

Cae Ahogado.

Estoy en un estanque de maleza impuesta
que apuesta por hundirme, cuesta abajo.
Atarme un ancla de toneladas de lágrimas
y verme caer en las garras suboceánicas.

Ni oxígeno para respirar el mundo,
ni bombonas para aguantar,
ni nadar hacia arriba,
ni bucear por abajo,
ni todo lo demás,
ni nada,
ni yo.

Sé qué hacer ahora mismo, tumbarme
y ahogarme.

Él, oleaje de llanto. La marea.

Me
acaricia,
me
envuelve,
me
mece,
me
duerme,
me
ahoga.

Las corrientes no me dejan en paz,
no puedo moverme por su velocidad,
es como una parálisis total, verbal
y física, que incita a observar el agua.

La veo meciéndose,
atrapado en sus caricias,
gritando por dentro la salvación,
resistiéndome a dejar de creer en 
ilusiones y alegrías, en estas mil vidas
mágicas que te llevan a un lugar sereno,
a un lugar lejano y costoso que no se si existe.

Ahora cae y termina con ésto.