Silencio en la Sala.

Clave herida.

Esa fiel compañía de los lazos de azufre
que nutren mi nuca de caricias frías
compás de cuenta atrás, sin prisa,
se marchitan las arrugas en cruces.

Inmunes.

Cambios de sierras,
bloqueos de experiencias,
retaguardias mermadas en lodo, y solo prestan guardias sedadas los lobos sobre el suelo pegajoso.

Queman la memoria,
imprimen alientos en la niebla alta,
oprimen las estrellas,
roban norias de paciencia.

Gritan.

Con ritmo de péndulo descompuesto,
exaltos de ardor, con mazas, golpes suenan,
en saltos de valor, con malas, voces truenan,
golpes secos de miel prendida en fuego.

Sonrojó la repercusión redundante,
son lodo, sal repercusión, sed mutable
de paz escurridiza en mozos cobardes,
que más es muda que son de claves.