Silencio en la Sala.

Me vi.

Me vi, sombra rota en el espejo, fiel y herida,
con una onda gelatinosa de veneno tatuada,
una expansión de agujas de terror elevada,
rompiendo el cordón errático que la sostenía.

Me vi, olor sin rumbo, perdido y ahogado,
entre chispas de flores ardiendo en un volcán,
que deshace las notas dulces que las arman,
y aviva el calor que evapora lo nunca contado.

Me vi, respiración atascada, marchita y torpe,
en el sobrevivir al golpe cerrado de una nuez,
fruto de los bloqueos embarrados del bosque,
que estancan la pureza y la honestidad a la vez.

Me vi, inmovilizado, cerrado y débil.