Estanqué el dedal.
Cerré el grifo de madrugada,
para dar por finalizada la canción
de cuna que me mantuvo latiendo.
Con un compás eterno,
de gotas consumiéndose en cada golpe,
por cada colisión causada, estruendo,
cada estruendo, deseo.
Marcando el papel pegado,
la masa plegada, de parpados pesados
de lingotes de lástima y perdón.
Inició, un hoyo en el tomo,
que tomó el final,
y un telescopio,
para surcar destinos con dedales.