Silencio en la Sala.

Llama, espera.

Llama encerrada en un vaso,
enjaulada ahora, fue
pisando de paso en paso,
y cayendo como una roca.

De golpe,
contra el aire, 
contra el viento,
contra la marea de mis pensamientos.

Si,
fue cierto,
opaco y espeso,
como el paso de las horas en el reloj.

Lento,
como el tacto áspero de una respuesta.

Pincha la cautela y su eterna evolución,
escuecen las lágrimas de las hojas que arden,
que queman y afiladas de fuego
hieren el soplido que las voltea.

Hasta mirar hacia otro lado,
con cenizas en los dedos,
con los labios morados,
con la ansiedad que masca chicle.

Sin poder dormir.