Guerra interna.
En mil momentos cálidos me mermé y quemé
los boletos válidos de mi loteria
en una hoguera de pasión,
mansión de mis demonios y prisión de mis lamentos.
Color negro que me viste de agujeros
en espiral y un puchero de mis quistes emocionales,
esos pavos reales de plumaje marchito,
que se hace más chico con el tiempo,
más frío con las agujas heridas.
Consumió ropajes indelebles con un lanzallamas meciendo la cuna,
un vaivén de maldiciones en una canción escritas,
con esas vistas descritas de juguetes tras el humo.
Cayó ceniza tras arrastre, tras arrase del golpe,
el arrastre de un tridente poseido por la corriente,
ardiente traslación eléctrica,
dentro de una cúpula hermética, dentro de una pompa bélica.
Una guerra interna.