Silencio en la Sala.

El giro.

Agarrado al deshecho de sus alegrías,
se forja una zancada digna de un caballero
que maravillado por el paisaje hoy día,
no vió la piedra colocada en su llavero.

Con su tambaleo y de su círculo pendiente
adornaba un matojo de hierros espesos,
que bailaban claqué físico con sus pesos
y tocaban las palmas mientras les chirriaban los dientes.

Confiado al espasmo de la esperanza
danza por los caminos del remedio,
pesando el instinto y el corazón en una balanza,
se dirigió al objetivo de su asedio.

Mas al final cesó la música y el baile,
y empujó sus estímulos a un cajón
en el que no cabe ni ordenar el aire
para afinar y girar dos veces y media, sin razón.