Silencio en la Sala.

Despertar.

Amargando mis sueños inmersivos sonó el despertador,
la incrédula de mi percepción insinuó que mis ojos no debían expandirse,
fue triste, por momentos, la falta de vitalidad para medirse con la vida,
mas sin darte cuenta encuentras la semilla del árbol vitalizador.

Un roce de unas yemas como llamas en mis dedos,
una caricia de una mejilla como cuna meciendo mis lamentos,
un vuelo de un olor como somnífero de mis encierros,
una conexión de unas miradas como conductor de mis momentos.

Crece hasta florecer desde la inmovilidad de mis pies,
las raíces de mi motor y el hormiguero lleno de obreras,
luchando contra ese ansia de cavar un hoyo que me rodea como una cuerda,
y seguir amando, en la oscuridad, en la penumbra, los sueños bañados en miel.

No soy fan de las luchas fuera de esa balanza concisa,
es comparar la brisa de un soplido con un Gong y su estruendoso sonido,
soy un niño lanzando tazos con sus amigos,
lo último que importa es si el lanzamiento es ejecutado de manera precisa.

En esa lucha, confrontación de emociones, perdí mis argumentos,
y aunque puedo admitir que el rival no era el problema,
me sentí preso de la energía de esa sonrisa en mi gesto,
y seguí soñando, viendo florecer mi árbol de esperanza completa.