Mareo.
Vi en los señuelos,
un esbozo del hielo que me suavizó,
y abracé el maniquí articulado
que me dió esperanza.
Esa señal y guía se perdió,
en los imanes que repelen lo eterno,
al derramar atención por ese cuarto lado,
por esas paredes rotas de grietas en danza.
Ascendió su vocal interpretación de las cinco estaciones,
que detienen ese tren sobre raíles que tienden del techo,
un poco de orientación imprecisa,
sujetada sobre una máquina con forma de loro.
Se repite, como el aleteo de un pájaro,
pasó planeando su llegada,
volvió recordando su viaje,
y se sentó.