Silencio en la Sala.

No sería yo.

Intenté dar mi paciencia y mi presencia.
Inventé razones de peso, en un planeta sin gravedad,
deseé salir ileso, de una espera sin salvedad,
para acabar inmerso, en la ciencia de mis pensamientos.

Mitigué, más de mi, en carencias y, más de mi, en ausencias.
Silencié, la emisora no encontrada, la frecuencia pérdida, el cardio sin sentido,
arrastré, una peligrosa influencia, en el mar ido de la pena querido para naufragar sin temor.

Vi, solo, más de mi, en clemencias y, más de mi, en sentencias.
Como los giros turbulentos finales de una peonza,
mantener el equilibrio, ebrio de dudas, es una tarea peligrosa.

Vi, como cambiaba mi esencia y mi creencia.
Como aumentaba el volumen de mi altavoz
interior, al ritmo del tambor, mediante baquetas de diamante, delante de mí, solo estaba mi yo rallado, y ya no.

Eliminé dudas, silencié los pesos con mimo,
apliqué un remedio mixto entre querer y ser querido,
seleccioné más de medio día para verme, entenderme y estar conmigo,
y llegué. Llegué donde quiero estar.

Porque si no te lo digo con el corazón, no te lo digo, y con razón, y así yo no vivo.
Porque si no lo sigo, no lo miro con mis ojos, no lo escucho con mis oídos.

Y, no sería yo, no sería yo.